5 pistas para saber si necesito ayuda psicológica

1. Si hay un sufrimiento

Estar mejor con uno mismo y con los demás es el principal motivo que hace que alguien consulte con un psicólogo o psicoanalista. Freud decía que el sufrimiento del ser humano proviene de tres fuentes diferenciadas, aunque muchas veces relacionas entre sí: El propio organismo: enfermedades, cambios corporales, dolores físicos.; Causas externas: aquello que el propio sujeto no puede controlar y que le sobreviene de manera abrupta y, por último, las relaciones humanas: relaciones amorosas, sociales, familiares, laborales…


2. Si te sientes concernido por ese sufrimiento

Es decir, si consideras que tu sufrimiento tiene que ver contigo, es decir, que tienes algo que decir acerca de él . No todas las personas que sufren quieren tratar su malestar ni entienden que haya una responsabilidad subjetiva implicada.  Es necesario que haya una pregunta acera del sentido de dicho malestar y que esta pregunta, aunque de entrada se dirija al psicólogo o al  psicoanalista, apunte a la responsabilidad subjetiva. Uno puede usar la palabra para quejarse de su malestar, quejarse de su pareja, de su jefe, de su mala suerte, de su padre… o puede usar la palabra para preguntarse qué responsabilidad tengo en eso que me hace sufrir.


3. Si quieres saber más acerca de lo que te hace sufrir

El deseo de saber del paciente es el motor del tratamiento y aquello que verdaderamente constituye una orientación clínica para el análisis o la terapia. Encontrar la causa de los síntomas que a uno le hacen sufrir y saber más acerca de la propia angustia, es uno de los principales motivos que hacen que alguien se dirija a la consulta de un psicólogo o psicoanalista. La necesidad de darle sentido a lo que uno le ocurre no necesariamente pasa por la identificación a un diagnóstico determinado (esto muchas veces tiene el efecto contrario y obtura el deseo de saber), sino en descubrir de qué manera uno está implicado en su sufrimiento, es decir, de que modo uno puede hacerse cargo de su responsabilidad en aquello que le pasa.


4. Si ya te has dado cuenta de que la voluntad no es suficiente

Demasiadas veces la fuerza de voluntad se demuestra fallida ante las pulsiones inconscientes que dominan nuestra conducta. Dicho de otro modo, cuando uno se repite a sí mismo “no lo voy a hacer más”, pero en cambio se ve sometido al empuje a la repetición, sin ninguna oportunidad de control. Esa es la realidad de determinados pensamientos circulares, de la angustia, de la tristeza, de las adicciones, de los rituales… Conviene huir del slogan de libro de autoayuda: “Querer es poder” y asumir una posición más real que favorezca la entrada en tratamiento.


5. Si intuyes que hablar de ello puede ayudarte

Es sabido que hablar puede tener profundos efectos terapéuticos, especialmente cuando es la propia palabra la que se pone en juego y sobre todo cuando ésta se dirige a un otro al cual uno le otorga un lugar de supuesto saber acerca de lo que a uno le pasa. Está operación dará lugar a lo que llamaremos “transferencia”, es decir, la relación singular que se establece entre el paciente y el psicólogo o psicoanalista y que se convertirá en el resorte fundamental sobre el cual se apoyará el tratamiento.

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