Extracto del libro: “Niño deseado, niño feliz. Claves para aceptar, comprender y respetar las particularidades de sus hijos”

Periodista:

Aquí tenemos otra actitud que traduce la angustia de los padres frente a la escolaridad: “Tengo un hijo de doce años que no trabaja bien. Hay que ayudarlo a hacer los deberes. El padre le pone por delante el ejemplo de los primos que triunfaron en la vida y que a los dice años eran todos buenos alumnos…”


Dolto:

Quisiera decir en seguida que es muy malo poner como ejemplo a un niño otro niño. Diría que ese hombre experimenta sentimientos de inferioridad por ser padre de un muchacho que no adelanta y que quisiera ser padre de otro. Esto es lo que significa poner como ejemplo a un niño de otra familia, en lugar de atender a las cualidades de su propio hijo y estimularlas. La educación estriba en ayudar al niño a que de lo mejor de sí mismo, pero no en alentarlo a imitar a otro.


Periodista:

Muy bien, pero ahora pongámonos un poco en el lugar de esos padres que escriben: Hay que hacerles los deberes, de otra manera sería una catástrofe”. Hay niños que manifiestamente no se adaptan a la vida escolar tal y como está es en la actualidad. Sin embargo, en menester que vayan a la cuela. Entonces, ¿cómo ayudarlos?


Dolto:

Si los padres quieren hacer los deberes en lugar del hijo, ¿por qué no? Pero con la condición que durante ese tiempo el niño esté contento y practique otras actividades. Un ser humano es feliz cuando se siente bien dentro de su pellejo: en el momento de hacer los deberes, el chico tiene ganas de hacer otra cosa. Si los padres quieren hacerle los deberes para que el hijo pase al curso siguiente, nada tengo que objetar. Tampoco puede impedirse que los padres se den un placer. Pero ciertamente no es educativo para el hijo obtener notas que en última instancia son las notas de los padres.


Periodista:

Bueno, pero queda pendiente la pregunta: ¿Cómo ayudar a esos niños?


Dolto:

Pues, en primer lugar preguntándoles si quieren ser ayudados  y en qué quieren serlo. Aquí está el problema: los padres siempre quieren algo que el hijo todavía no quiere. Si un niño pide a sus padres que lo ayuden, en ese momento ellos deben apoyarlo y sostenerle la atención. Algunos niños no pueden prestar atención ellos solos. Hay que reconocer que después de estar sentados ocho horas en clase, tener que hacer luego los deberes en casa es una tarea penosa que sólo puede realizarse cuando existe una relación agradable, afectuosa y tierna entre los hijos y los padres, que los apoyan y que aún teniendo sus propias ocupaciones pueden disponer de algunos momentos cuando los hijos le piden algo. Lo que no hay que hacer es forzar al niño, gritarle, ejercer el chantaje de la recompensa o el castigo. Pues entonces o se le quita el gusto por el trabajo o se lo convierte en un ser obsesionado por la escolaridad. Y así la vida le pasa por delante sin que él participe.


Texto extraído íntegramente del libro: “Niño deseado, niño feliz. Claves para aceptar, comprender y respetar las particularidades de sus hijos”.

Dolto, F. (1994). Niño deseado, niño feliz. Claves para aceptar, comprender y respetar las particularidades de sus hijos . Barcelona, Paidós.

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