Nota sobre la serie Televisiva “The Young Pope”

Lenny Belardo, Papa Pío XIII en la serie televisiva The Young Pope, no consigue creer en Dios justamente porque sabe de su existencia. “El papa no cree en Dios”, afirman aquellos que conspiran contra él por considerarlo un peligro para la Iglesia, pero que en cambio no han entendido nada de de las vicisitudes de la fe y del amor. Lo contrario del amor es la indiferencia y el Papa no es indiferente a Dios, más bien lo contrario, lo sostiene a través de su odio.

Esto me hace pensar en las asociaciones de ateos que se organizan para llevar a cabo una procesión atea por las calles de Madrid en plena Semana Santa. Lo hacen, además, bajo una intensa lluvia y ocupando la calle paralela a la de la procesión católica oficial que congrega a una multitud de fieles. ¿Qué pasión habita en esos sujetos para sostener tal acto? La indiferencia seguramente no sea la respuesta.

No hay separación sin alienación ¿Pero cómo separarse, entonces, de algo que nunca ha existido? ¿Es posible separarse de un vacío, es decir, hacer falta de un vacío? Aquellos que hemos tenido oportunidad de trabajar en centros de acogida de menores con niños que han sido abandonados o separados de sus padres, a menudo hemos podido comprobar como muchos de esos niños siguen sosteniendo imaginariamente a sus padres, refiriendo un amor hacia ellos aparentemente ajeno a los actos, muchas veces atroces, que éstos hayan podido cometer contra ellos.

En una lectura apresurada, podríamos concluir que el Papa Pío XIII no cree en Dios porque ha sido abandonado por Él. Efectivamente, sus padres hippies lo abandonan en un orfanato religioso cuando tiene unos siete años, una edad en la que la conciencia ya no puede esconderse ante la significación de tal acto. Pero el amor no es sin odio y en esta ambivalencia se mueve el Papa en su relación con Dios.

La posición fundamentalista que toma el Papa XIII no esconde más que su necesidad de creer en Dios. Él sostiene a Dios como gran Otro porque a su vez Dios lo sostiene a él. El deseo de recuperar a sus padres es un anhelo irreparable y también es la prueba de que la religión resulta fallida en su tentativa de suplencia.

Justo antes atravesar la puerta del orfanato, el pequeño Lenny se dice a sí mismo: “Cuando me de media vuelta, ellos aún estarán allí”, esta vez su imaginario no alcanzará para velar lo real del trauma. Al otro lado de la puerta le esperaba Sister Mary, una monja veinteañera con aires hippies que evoca a la figura de la madre, lo acoge en sus brazos y lo acercará a Dios a través de la religión. Tal y como vimos en La vida es bella, donde el padre supo construir una ficción que protegiera a su hijo ante el horror de los campos de concentración nazis, la hermana Mary sabrá tejer una ficción a través de la religión que recubra de manera fallida un vacío que le resultará siempre insoslayable.

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