La mentira en los niños

La psicoanalista Françoise Dolto respondía, en el programa de radio France-Inter, a las preguntas que le dirigían los padres sobre la educación de sus hijos. En este caso le preguntaban sobre la mentira en los niños.

Periodista:

En varias cartas le piden por fin que hable usted de la mentira. Aquí tengo la de una madre que no sabe qué actitud adoptar ante las mentiras de su hija única de seis años. Desde que comenzó las clases ésta tiene la molesta costumbre de “falsear la verdad”. La madre se pregunta si una niña de seis años es suficientemente consciente para distinguir la mentira de la verdad. Este problema la contraría, tanto más cuanto que la niña parece incurrir en la mentira con la mayor naturalidad.

Françoise Dolto:

La edad en que los niños distinguen entre la ficción y la realidad es muy variable. Es difícil responder con precisión a esta señora, porque para comprender a un niño es necesario situarse en el plano de las cosas concretas y esta señora no nos cita ejemplos de las mentiras de su hija.

Puede haber diferentes razones por las que la niña no dice la verdad. Puede tratarse de lo que llamamos mitomanía: la pequeña cuenta una fábula, algo que no es cierto sino gratuito, que no hace daño a nadie ni protege a nadie, que es una simple invención. Por cierto que hay que preservar la vida imaginaria de un niño. Él la necesita. Es la poesía de los seres humanos; porque hay tan pocas cosas que somos capaces de realizar, porque somos tan impotentes, imaginamos lo que no podemos tener ni hacer. La poesía y la comedia están hechas de este material. ¿Por qué los adultos miran televisión? porque lo que ven en ella “no es cierto”. Y todos estamos inmersos en ese “no es cierto” que es la cultura.

También puede tratarse de una niña que procura entrar en contradicción con la madre y que no encontró esa contradicción en el juego. Creo que la madre debería buscar lo que mentir pueda tener de divertido para su hija. Y debe responder de cosas concretas: “No sé si es cierto lo que me dices. Ya ves que esta mesa es blanca. Si me dices que es negra, pensaré: “¿verán bien sus ojos?” o “Lo dice en broma, porque quiere que juguemos a disputar sobre el color de la mesa”.

Esta señora podría tal vez preguntarse también si ella o su marido nunca dijeron mentiras a la niña. Por ejemplo en lo tocante al nacimiento de los bebés o a la figura de Papá Noel (tema que se encuentra frecuentemente en la magia de los niños): el niño ya sabe la verdad por sus pequeños camaradas y los padres continúan diciéndole que Papá Noel es real “de verdad”, siendo así que es real “en broma”. Ahora bien, ese “en broma” es un campo completamente diferente del de la verdad; podría decirse que es el campo, el territorio, de la poesía.

En suma, hay que tratar de comprender a esta niña y no reprenderla. Otra posibilidad es que la niña haya acusado falsamente a alguien de una acción de la cual ella sola es responsable. Algunos niños mienten para quitarse la culpa y lo hacen sencillamente porque son inteligentes. Hay que infundirles el sentido de la responsabilidad. ¡Eso es muy importante!

Periodista:

Y sobre todo no encolerizarse…

Françoise Dolto:

¡Lo menos posible! La cólera nunca arregla nada. En todo caso, hay algo equivocado por parte de los padres cuando urgen al hijo de esta manera: “Si dices que fuiste tú, no te regañaré”; ahora bien, cuando se ha cometido un acto que ha resultado dañoso o perjudicial, el niño debe llegar a asumirlo. Y lo asume mucho mejor si se le dice: “Fueron tus pies, fueron tus manos y no tú los que querían hacerlo; sé que a veces las manos hacen cosas que la cabeza no quería hacer”, etc. Hay que hablar y reflexionar junto con el niño, pero no hay que acorralarlo nunca para saber la “verdad”. No hay que dejar nunca que un niño se enrede en una mentira con fines de disculpa y menos cuando no hay ningún peligro en juego. Supongamos que se cometió el hecho. ¿Niega el niño que es responsable porque no puede asumir su culpabilidad? Hay que detenerse allí y decir: “Bueno, ven que tienes demasiada vergüenza para confesar. Tienes razón, pero trata de no repetirlo…”. “Pero te digo que no fui yo”. “Bueno, te creo… Lo que está hecho, está hecho. No hablemos más del asunto. Pero has de saber que aunque seas culpable, yo te quiero y te tengo confianza; perdónate entonces tu propia tontería, si es que la has cometido; y si no la cometiste, perdóname a mí por haber sospechado de ti.” Una lección así es de largo alcance y mucho mejor que hacer un drama.

Fragmento extraído del libro: ¿Tiene el niño derecho a saberlo todo?

Dolto, F. (1981). ¿Tiene el niño derecho a saberlo todo?. Barcelona, Paidós.

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